viernes, 7 de septiembre de 2012

Erase once

Érase una vez una niña que tenía que completar una búsqueda de algo importante en el Lago Oscuro. Luego de almorzar y descansar a una pensión de señoritas estudiantes que con esmero y dedicación le ofrecieron un agradable entorno verde para que su estadía fuera lo más placentera posible, se dirigió a su clóset. Sacó su ropa. Encendió su estéreo y se dirigió al baño, no sin antes cantar las primeras líneas de “Di quella pira”, el increíble llamado a las armas de Manrico en el Acto III de Il Trovatore de Verdi. Con ese espíritu se adentra en la convulsa región noroccidental del bosque tropical en Sudamérica. Allí empieza el período decisivo de su vida. Conoce a un chico, Jack, con el cual empieza a mantener relaciones amorosas. Vive en la antigua casa en la que Borges situó su Alef y comienza a obsesionarse con esa creación ficticia del escritor. Además, intenta reconstruir la historia de los estadios de una evolución puramente conjetural de la humanidad, al modo de Turgot o Smith. La diversidad de sus escritos no puede comprenderse el marco político que la condiciona. Pero volvamos a su aventura personal. Viajó los campos de refugiados para recolectar de primera mano historias de mujeres afectadas por el conflicto en contextos urbanos, en territorios confinados por actores armados o en zonas bajo fuerte control militar. Centenares de soldados y tanquetas peinaban las calles casi desiertas, el centro continuaba sellado, y los turistas comentaban que la primera impresión del pueblo era que es de lo más aburrido. "A mí también me gustaría hacer algo así“, pensó... “Así es el cielo”, dijo en voz alta. Y tomó el libro morado que estaba entre las manos de una mujer desmayada en el suelo—. ¿Un diccionario? Jack reapareció unos instantes más tarde remetiéndose una camisa limpia por dentro del pantalón. —¿No te sientas conmigo? —Todavía no me he lavado ni la cara —contestó sin distingo político. Hoy después de Catorce años es que te vienes a dar cuenta como se encuentra nuestra relación? Y el rubio no pudo hacer más que desviar la mirada con un rechineo de dientes.